La Iglesia

La gente pregunta: “¿Por qué es importante la iglesia? ¿Por qué debo ir a una iglesia cuando he sido salvo?”

La Biblia anima a los creyentes, tanto viejos como nuevos, a crecer “en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18, NIV). El primer paso en este proceso es involucrarse activamente en el ministerio de una iglesia local.

Todos los cristianos son miembros del cuerpo de Jesucristo. La iglesia, en realidad, es más que un edificio, y está compuesta por un grupo de personas que ha decido seguir a Jesucristo como salvador. La voluntad de Dios es que los cristianos se reúnan como un cuerpo espiritual a nivel local, lo cual ha ocurrido por casi 2,000 años. Varias cartas del Nuevo Testamento fueron escritas a grupos locales de creyentes ubicados en diferentes lugares del Imperio Romano.

Hay cuatro razones principales por las que necesitamos la iglesia.

En primer lugar, necesitamos identificarnos como el pueblo de Dios, ser contados como seguidores de Jesucristo; unirnos y permanecer fuertes en la fe. La interacción con otros creyentes nos permite crear amistades y provee estabilidad espiritual. El escritor de Hebreos 10:25 amonestó a los seguidores de Jesucristo del primer siglo, al decir: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (NIV). Ningún énfasis sobre la importancia de la comunión en la iglesia es excesivo. Hay algo muy especial en la comunión entre los creyentes de una iglesia local que es único y no se puede encontrar en ninguna otra parte. Sabemos que si una brasa cae fuera del fuego, pronto se enfría. El mismo principio se aplica en el sentido espiritual. Restarle importancia a la comunión en la iglesia es renunciar al estímulo y la ayuda que nos brindan otros cristianos. Nos reunimos para compartir nuestra fe y fortalecernos unos a otros en el Señor.

En segundo lugar, la iglesia une a la gente en adoración a Dios. Nada se comparar con la obra del Espíritu Santo en el corazón y la mente de un cristiano durante el cántico de himnos y alabanzas, las lecturas públicas de las Sagradas Escrituras, la oración y la enseñanza de la Palabra de Dios.

En tercer lugar, la enseñanza habitual y precisa de la Biblia nos ayuda a crecer y vivir exitosamente como cristianos. Las enseñanzas que están de acuerdo con las verdades bíblicas nos llevan a vivir correctamente y, cariñosamente, nos ayuda a mantener la responsabilidad con nuestros hermanos cristianos.

En cuarto lugar, la iglesia es ideal para servir a Jesucristo y al prójimo. El evangelista Billy Graham escribió: “Yo escogería una iglesia que abra sus brazos a todos los necesitados de espíritu, independientemente de su condición social o de su raza, que se preocupe por los pecados sociales de su comunidad, que tenga una visión misionera y coopere con cualquier esfuerzo valioso para llevar a Jesucristo al mundo. Yo también elegiría una iglesia digna de los dones (financieros), y donde podría ofrecer generosamente mis talentos y capacidades para la gloria de Dios”. Si buscamos una iglesia como esta, tendremos la oportunidad de ministrar a otros, y nuestras vidas darán testimonio del amor de Jesucristo (Mateo 5:16).

Las iglesias difieren según la congregación y la comunidad, pero el objetivo principal es encontrar una que se centre en las enseñanzas de la Biblia.

Otras cosas que debemos buscar en una iglesia

Las iglesias difieren según la congregación y la comunidad, pero el objetivo principal es encontrar una que se centre en las enseñanzas de la Biblia. Las principales enseñanzas bíblicas son, entre otras: La Biblia es la Palabra de Dios, verdadera y autoritativa (2 Timoteo 3:16). Hay un solo Dios que existe en tres personas: Dios el Padre, Dios el Hijo (Jesucristo) y Dios el Espíritu Santo (Juan 14:26; Mateo 28:18-19). La salvación es por gracia, mediante de la fe (Efesios 2:8-9). Y, la madurez espiritual se desarrolla cuando los cristianos se dedican a la oración, el estudiando la Biblia y la obediencia a Dios (2 Timoteo 3:16-17, Colosenses 2:6-7).

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